Tesis...


TESIS  IDEOLÓGICAS, POLITICAS Y PROGRÁMATICAS

Las revoluciones proletarias... se autocritican constantemente, se interrumpen continuamente en su propio curso, vuelven a  lo que aparentemente ya habían conseguido para comenzar nuevamente; se burlan sin compasión de las insuficiencias, debilidades y mezquindades de sus primeros intentos; parecen aplastar a su adversario sólo para que éste pueda adquirir nuevas fuerzas de la tierra y se levante más gigantesco ante ellas, retroceden una y otra vez ante la prodigiosidad infinita de sus propios objetivos, hasta llegar a una situación creada que hace que retroceder sea imposible”.

Carlos Marx “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”


I.-  ¿QUIÉNES SOMOS?

Somos una organización política formada por compañeros y compañeras que venimos de una larga trayectoria en la izquierda revolucionaria. Durante muchos años hemos bregado por construir un proyecto socialista. Nos hemos equivocado y reorientado nuestros caminos. Hemos aprendido de nuestra experiencia. Nadie podrá acusarnos de no haber sido transparentes en nuestros propósitos y coherentes en nuestra práctica.
Estamos de vuelta de concepciones que privilegiaron de manera unilateral algunos aspectos de la lucha política, y que en nombre de la certeza ideológica, nos llevaron al falso convencimiento de que expresábamos, solos, las posibilidades de transformación profunda de nuestro país.
Para quienes reivindicamos la utopía socialista, la dura y aleccionadora experiencia de los años pasados nos plantea la necesidad de superar dogmas, dejar atrás sectarismos, mezquindades, métodos y estilos de trabajo que han fracasado. Debemos aprender del pasado sin quedarnos anclados en él. Optar por nuevos horizontes, abrirnos a nuevas posibilidades, y ser capaces de convocar fuerzas nuevas, de privilegiar los esfuerzos unitarios orientados hacia el futuro.

Aspiramos a construir una patria socialista. Anhelamos una sociedad con autentica Justicia social, Libertad, Solidaridad, Democrática y Humana. En esa brega, buscamos aportar a la construcción de una representación política de los trabajadores y los pueblos del Perú, que luche y construya un país diferente que deje atrás antiguas y modernas formas de explotación y exclusión social, política, económica y cultural 
Confluimos en Pueblo Unido –PU, hombres y mujeres que reivindicamos la política como compromiso ético y acción creadora. Aspiramos a construir una organización profundamente enraizada en la vida de nuestros pueblos. Reivindicamos la vocación y espíritu de lucha de nuestros pueblos desde la resistencia de Vilcabamba dirigida por Manco Inca, pasando por la revolución de Túpac Amaru II y las luchas libertarias del siglo XIX y  las grandes jornadas del Siglo XX, recogiendo lo positivo de las experiencias  y procesos organizativos del pueblo.
La construcción de la organización que anhelamos nos plantea grandes retos. Requerimos formar una nueva generación de dirigentes, pero debemos estar vigilantes  para evitar que se reproduzcan los lastres del caudillismo. Necesitamos recrear nuestras formas de organización política, y trabajar junto a nuestros pueblos para fortalecer sus diversas formas de organización y representación, preservando su autonomía. Necesitamos una organización cohesionada en torno a objetivos y propuestas, con capacidad de actuar nacionalmente, pero al mismo tiempo requerimos fomentar el despliegue de la diversidad de propuestas y dinámicas locales y regionales. Requerimos una organización disciplinada, cuyos militantes valoren el compromiso y aportes  colectivos, pero debemos estar atentos para evitar que se reproduzcan prácticas antidemocráticas que anulen el debate, la renovación y  la iniciativa individual.
Pero el reto más grande es tal vez el mismo sentido de la acción política. La vida cotidiana, la lucha por reivindicaciones y derechos, la (re)construcción del tejido social y de nuevas representaciones políticas, la gestión pública, el debate y la opinión pública, la construcción de los sentidos comunes, de la subjetividad y de la cultura, son todos espacios donde se despliega la acción política, donde cobran sentido las nuevas opciones, o donde se reproduce la opresión. Decíamos antes que estamos de regreso de apuestas unilaterales. Tal vez sea una frase demasiado presuntuosa, pero expresa nuestra voluntad de construir un nuevo proyecto político, expresado en nuestra apuesta por el poder popular, profundamente renovador, que se despliegue en todos los ámbitos de la vida. Ese es el sentido de nuestro proyecto.


I.- SOBRE  LA IDEOLOGÍA

En la tradición izquierdista, la noción de ideología ha tenido varios usos. Por un lado, se la ha utilizado en el sentido de falsa conciencia, como una apreciación distorsionada de la realidad. Por otro, se la identificado con una concepción del mundo, asignándole incluso el valor de cientificidad (y por tanto de certeza). Dentro de esta última acepción se la ha identificado con una conciencia de clase, de allí la reivindicación del marxismo como ideología del proletariado.
La cientificidad del marxismo permitía afirmarse a sus portadores en la certeza de ser poseedores de la verdad, lo que podría ser un factor de cohesión. Lo que la experiencia mostró, sin embargo, es que antes de cohesión, lo que produjo esta lógica fueron décadas de disputa dentro de las diversas corrientes socialistas, que sólo perdieron brío con la crisis de los “socialismos reales”, aún cuando ese tipo de debate se mantenga, con esas características, dentro de núcleos políticos marginales.
Lo que no apreciamos adecuadamente, es que la ciencia, junto a la razón, son productos por excelencia de occidente y del capitalismo, y que la valoración de lo científico como similar a lo verdadero ha sido un importante mecanismo de reproducción y afirmación de la dominación, tanto en el mundo objetivo como en el de las subjetividades. La asociación de ciencia y modernidad ha llevado a establecer una connotación positiva, en oposición a lo no-científico, no moderno, no racional, y por tanto, no valorado.

¿Cuál es la importancia de esta reflexión? No hay que olvidar que fuimos incorporados al mundo como colonias en el marco de la expansión de la dominación occidental. Y si en los albores de la colonia, fue la religión el argumento primigenio que justificó la dominación, en la actualidad el esfuerzo modernizador se basa, en gran medida, en afirmar la superioridad de los valores y conocimientos occidentales, la ciencia y la razón, entre ellas. Paradójicamente, quienes buscábamos reivindicar a nuestros pueblos, lo hacíamos apoyándonos en uno de los  mecanismos centrales de su dominación, en una forma específica de conocimiento, el científico, consagrado como el único conocimiento válido. Es relativamente sencillo rastrear tras esta lógica un conjunto de construcciones más: la idea de vanguardia, la desvalorización de las formas de acción cotidianas de la gente. No se trata de negar los aportes de las ciencias al progreso de la humanidad. Lo que buscamos es resaltar justamente un mecanismo ideológico, por el cual a una forma específica de conocimiento se le asigna el valor de verdad, y se convierte en referencia y medida de todo otro conocimiento. ¿Es posible compartir ese tipo de afirmaciones, y al mismo tiempo reivindicar la diversidad cultural propia de nuestro país?, ¿cómo evitamos la tentación de imponer esa verdad supuestamente científica y por tanto certera?

Nuevos desarrollos teóricos han permitido ampliar nuestra comprensión de la complejidad de la constitución de las subjetividades (entendiendo como tales la compleja constitución del mundo interior de las personas, y no la categoría descalificadora  de  uso común dentro de la izquierda)  y las identidades colectivas. Sabemos ahora que la gente no asume acríticamente los discursos dominantes, sino que los recrea a partir de sus vivencias, sus niveles y procesos acumulativos, de su memoria, del mismo modo que incorpora y recrea tecnologías para la producción, instituciones y modos de organización y acción. No es entonces el partido como espacio de creación colectiva el que vislumbra la ruta correcta y la trasmite a las masas. La experiencia nos ha mostrado que las masas, en la interacción con los cuadros políticos, construyen una opción históricamente más pertinente. Esta es una lección inesperada y valiosa.

Para quienes reivindicamos el marxismo como un cuerpo teórico que constituye un referente fundamental para comprender el capitalismo, comprender que no somos portadores de una verdad indiscutible, aprender a respetar y valorar las creaciones de las memorias de nuestros pueblos, aprender de su sabiduría, y atrevernos a ir al encuentro de esa compleja construcción colectiva, es un gran reto.
La ideología no es un documento, está en permanente desenvolvimiento, es un terreno de disputa permanente, incluso dentro de nuestras propias cabezas, de nuestras emociones. Son representaciones del mundo que se van construyendo y de-construyendo, apoyados en discursos, en memorias, en subjetividades, en prácticas. No aspiramos por tanto a tener una ideología de Pueblo Unido. Aspiramos a entender cómo nuestros pueblos construyen sus formas de entender el mundo, y del devenir.
Nuestro Arguedas nos habló ya del socialismo mágico. Requerimos desplegar la fuerza de esta idea. En este, como en otros terrenos, nuestra gente en este tiempo va mucho más adelante que las pretendidas vanguardias: basta apreciar el cotidiano esfuerzo de nuestros paisanos por mantener y recrear su identidad en cientos de rituales, en las comunidades y en las grandes urbes, reinventando sus lazos con la tierra, con su gente, con sus dioses y sus sueños, pero también construyendo la vida cotidiana, afirmando la defensa de sus derechos, pugnando por hacer oír su voz, sus ritmos, por hacer  visibles sus colores.
En este nuestro tiempo, en este nuestro país, el terreno de lo ideológico, de la construcción de las subjetividades, de los sentidos comunes, de los gustos, del sentido de lo bello, de la forma individual y colectiva de comprender el mundo, es un espacio fundamental de debate y lucha.
El despliegue y ampliación  de los medios de comunicación masivos, intenta imponernos diariamente un tono monocorde, una sola forma de pensamiento. Frente a esta ofensiva requerimos desplegar el debate, no como el esfuerzo aislado de algunos intelectuales, sino como parte de un esfuerzo de construcción al lado de la gente. Decíamos antes que nuestro pueblo nos marca el camino. Cientos de radioemisoras en los pueblos jóvenes y las pequeñas urbes del interior alzan su voz día a día. Grupos musicales de todo tipo reinventan nuestros ritmos, centenares de jóvenes recrean bailes y rituales antiguos. Los jóvenes se apropian de las nuevas tecnologías. Pero el reto aún es grande. La lucha por la construcción de los sentidos comunes, la resistencia a la imposición, la reinvención y la apropiación de tecnologías, se despliega día a día. Necesitamos superar prácticas artesanales. Debemos aprender a hablar el lenguaje de las mayorías, usando los medios que llegan a las mayorías.

Por ello sentimos aún debilidades en un terreno importante: el de la acción y debate en los centros de creación del pensamiento, en la construcción de nuevos discursos que den cuenta de renovados sentidos de pertenencia, de nuevos sueños, que revaloren el despliegue de las distintas formas de acción colectiva, que ingresen a la escena pública disputando imágenes, discursos sobre el futuro. Esos son nuestros nuevos retos. En medio de la incertidumbre, tenemos también algunas certezas. Afirmamos el papel central del trabajo humano como fuerza creadora, y el despliegue de la historia como devenir de la acción humana. Insistimos en que el desarrollo de las fuerzas productivas es un referente fundamental para entender ese devenir. Pero también sabemos que no hay una sola historia, que la humanidad no despliega su devenir en un sentido único. Que el desarrollo de la historia no es simple, y su sentido no es inevitable o preestablecido. Por ello reivindicamos también la acción consciente y el papel de la voluntad. Y por ello también, reivindicamos la importancia de la memoria colectiva de nuestro pueblo. En esa memoria se halla la fuerza para construir una voluntad movilizadora, una voluntad de cambio. Mariátegui señaló tempranamente la fuerza del mito. Arguedas, Flores Galindo, rastrearon las formas como la memoria colectiva de nuestros pueblos había sido capaz de imaginar otros mundos, otros tiempos. En esa memoria que ha sido capaz de construir sueños, está también la posibilidad de construir una apuesta de futuro, de construir la voluntad para cambiar el presente.


III.- ACERCA DE  LA POLÍTICA

Para los socialistas, las últimas décadas del siglo XX significaron tal vez la etapa más crítica de nuestra historia. Ese fue el tiempo de una sucesión de derrotas y fracasos que no solo cambiaron la faz del mundo, pusieron en crisis las ideologías y paradigmas, sino que también pusieron en prueba la entereza moral de una generación. En el derrumbado colectivismo soviético, muchos ex-comunistas se abocaron a la reconstrucción del capitalismo con una convicción y entusiasmo característico de los nuevos conversos. En América Latina y especialmente en el Perú, intelectuales y políticos provenientes de la izquierda marxista se pasaron al bando contrario, convirtiéndose en entusiastas liberales o en vulgares oportunistas a la búsqueda del mejor postor.

Pero tampoco es mejor la actitud  de quienes congelados en el pasado repiten, con ligeros retoques, aquellos discursos que han sido barridos por la historia, y lo que es más grave, mantienen las mismas prácticas sectarias, hegemonistas y demagógicas que nos llevaron al despeñadero.
Sin embargo, hay también mucha gente que supo mantener durante estos años difíciles una firmeza de principios, a la par que una actitud crítica, reflexionando seriamente sobre la experiencia habida y mirando de manera objetiva  los cambios producidos en el mundo, condiciones ambas imprescindibles para encontrar nuestros propios rumbos hacia una patria socialista.
En medio de todo, la acción de los pueblos, especialmente en América Latina, abre nuevos cauces, nuevas esperanzas. Aunque es aún temprano para hacer balances definitivos, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua,  Brasil, el México zapatista, cada uno con sus  diferencias, marcan un nuevo sentido a la lucha continental, muestran que es posible construir un mundo diferente. En todas estas experiencias, la presencia masiva de los pueblos, es la base de la esperanza del cambio.
El capitalismo global y el mundo unificado unipolar, no ha tenido pues mucho tiempo para celebrar su victoria sobre su rival de siete décadas: el comunismo. Paradójicamente  nos  encontramos en un contexto de mayores  ansiedades é incertidumbres, producto de la lógica  perversa del sistema.  Los poderosos de la tierra no pueden sentirse seguros ni respirar satisfechos de su victoria, pues viven rodeados de un mar humano de miseria y descontento en el cual fermentan las más diversas reacciones y pasiones que se enfrenta con razón a un sistema injusto y excluyente.
Los atentados del 11 de Setiembre del 2001, en el corazón mismo del imperio, con toda su carga de brutalidad y horror, pusieron de manifiesto el mundo en que estamos viviendo, en las pocas razones que hay para sentirse optimistas mientras la riqueza y el poder estén distribuidos de manera tan injusta e inequitativa.
Para quienes se regocijaban por la crisis del marxismo, esa antigua corriente ideológica y política contrapuesta al capitalismo, hoy se encuentra ante un adversario no previsto y de características más complejas: el fundamentalismo religioso.
Aunque los atentados terroristas aparezcan todo el tiempo, en los medios, como una forma de intoxicarnos y justificar todas las acciones del imperio, no es de esta manera cómo los pobres del mundo vienen buscando enfrentar un sistema que les excluye y les condena a la irrelevancia, como lo muestran las experiencias de nuestros países.
Pero la acción política de los pueblos no es la única forma de lucha y resistencia. Una de las formas más sencillas y trascendentes es la del anónimo, persistente e infinitesimal proceso migratorio del Sur al Norte del planeta. Un fenómeno de largo alcance y enormes consecuencias, tanto en las metrópolis como en la periferia. Así, mientras en los países del Norte crece el racismo, la xenofobia y se intenta restringir la indetenible oleada de migración; en el Sur, para muchos países, las pequeñas remesas que cada uno de los millones de migrantes envía a sus familias constituyen una de las principales fuentes de divisas para sus respectivos países. En nuestro país, hemos vivido y seguimos viviendo un proceso transformador similar.
En diversos lugares del planeta, incluidos los propios países metropolitanos, han venido produciéndose movimientos antiglobalización, así como multitudinarias expresiones de rechazo a la política de los EEUU, imperial, de gendarme mundial apoyado por Inglaterra. Corrientes contestatarias se despliegan, aun dispersas é intermitentes,  dando cuenta de una voluntad de resistencia.

Hemos aprendido, a fuerza de golpearnos con  la realidad, que los caminos de la emancipación humana tendremos que hacerlos al andar, que no hay recetas preestablecida, que cada pueblo, como cada hombre y mujer, tendrá que encontrar sus retos, desde su singularidad histórica y cultural.
Y así como habrá diversos retos habrá diversos socialismos y no un modelo único, si bien la aspiración al tránsito “del reino de la necesidad al reino de la libertad” es universal, las formas específicas que adquirirán los regímenes políticos y la manera específica como organizará su economía se ajustarán a las realidades concretas. Así como no existe el “capitalismo” en abstracto sino capitalismos diferentes (estadounidense, japonés, alemán, etc.), tampoco habrá “el socialismo”, sino socialismos históricamente determinados, que se abrirán paso a ritmos desiguales, con marchas y contramarchas.

De las luchas actuales de nuestros pueblos, y del fracaso soviético, hemos logrado lecciones y reflexiones colectivas que consideramos vitales de asimilar para quienes perseveramos en la aspiración a un mundo nuevo, hecho a la medida del hombre. A nuestro entender, las más significativas son:
1)      Que la democracia política y la libertad individual no solo son derechos inalienables, sino también potencias económicas de primer orden, especialmente en la sociedad de la información, cuya materia prima fundamental es el conocimiento y la creatividad de las personas. Pero también sabemos que la democracia política y la libertad individual, en nuestros países, son aún una tarea pendiente, antes que una realidad concreta.
2)      Que la fusión Partido-Estado, la absorción de la sociedad civil por el Estado y el Partido Único detentador del poder, generan efectos perversos, porque anulan las iniciativas de los individuos, y no permite el despliegue de la diversidad que es una de las mayores riquezas de la humanidad.
3)      Que el socialismo no puede ser la prolongación de la dinámica productivista y depredadora del capitalismo, sino que tendrá que reconciliarse con la naturaleza y promover estrategias de desarrollo sustentable.
4)      Que socialismo y democracia no son elementos contrapuestos o excluyentes, sino aspectos de un mismo proceso. El socialismo no será otra cosa que llevar la democracia hasta sus últimas consecuencias, lo que significa: i) combinar imaginativamente la democracia directa y la representativa; ii) llevar la democracia al principal bastión de la dictadura del capital, la propiedad de los medios de producción (que hoy incluye el conocimiento) y la gestión autoritaria de las empresas, iii) Que la política, para ser tal, requiere reencontrarse con la vida cotidiana, que el cuestionamiento de las distintas formas de opresión son un elemento central y que debemos estar vigilantes sobre nuestras propias prácticas para no construir nuevas opresiones en nombre de la liberación y la aspiración de justicia social.
5)      Frente al capitalismo que globaliza y centraliza el poder, afirmamos la necesidad de la desconcentración del poder y la fuerza de las localidades, de la construcción de redes sociales autoorganizadas, de la asociación libre de los productores.
6)      Frente a la lógica perversa de la inclusión-exclusión que produce la globalización, aspiramos la construcción de una sociedad  inclusiva en la que quepamos todos y nadie sobre.
7)      Pretendemos una democracia que no sea solamente una forma de gobernar, sino también, y sobre todo, una forma de vida, que parte de la aceptación de la diversidad y del reconocimiento respetuoso del otro.
8)      En lugar de que primen la lógica de la ganancia y del poder, buscamos fomentar la lógica contra hegemónica de la satisfacción de las necesidades sociales, de un desarrollo dirigido al máximo despliegue de todas las potencialidades humanas en su integridad y en su diversidad.
9)      El mundo y las sociedades tienden a la diversidad y no a la homogeneidad. Por lo tanto, la pluralidad será una característica de la existencia humana, y el respeto a esta pluralidad la condición de una convivencia civilizada.
10)    Hemos iniciado el siglo XXI en un mundo que exhala violencia por todos sus poros. Guerras, terrorismo político y violencia social constituyen un explosivo cóctel que hace cada día más peligrosa, insegura y en muchos casos angustiante, la vida de los seres humanos. Nos corresponde una gran batalla por la armonía,  pacificación de la existencia humana y el medio  que nos rodea.
11)    La experiencia de nuestro país nos ha mostrado que la violencia y la predica violentista, como estrategia política no conduce a la liberación. En países con antiguas historias de opresión, sociedades fragmentadas y con hondos resentimientos sociales, puede también producirse efectos perversos, absolutamente ajenos a los deseados.

Arguedas ya nos advertía: “que no haya rabia”. Intuía tal vez que la violencia puede conducir al fundamentalismo, generando una lógica perversa de retroalimentación y de acciones y reacciones que hacen aflorar las áreas más oscuras y destructivas de la sociedad y de los individuos.
Por lo mismo, el ejercicio de la violencia política para lograr transformaciones sociales y/o políticas, sólo puede ser un recurso extremo para situaciones extremas, en las que todas las otras vías se han cerrado. Un medio excepcional, más nunca el componente esencial o privilegiado de una estrategia de cambios que debe siempre tener como protagonista a las masas movilizadas, actuantes y conscientes de su propio destino. El futuro se construye con los materiales y las prácticas del presente. No debemos olvidar ello al momento de proponernos los medios y los instrumentos de la acción política.
Nos corresponde a los socialistas peruanos, en la actual circunstancia histórica, una compleja e impostergable tarea: la de reconstruir el proyecto socialista que, fundado por José Carlos Mariátegui, se desplegó con fuerza entre las décadas del 60 y el 80, entrando a partir de los 90 en una crisis de la que aún no logra salir. Una crisis en todos los órdenes, producto de una derrota en toda la línea.

Pero los momentos más desfavorables están quedando atrás. Se ha iniciado un lento y molecular proceso de reversión de la tendencia a la dispersión, estimulada, entre otras razones, por una reactivación de los movimientos sociales y por la constatación del agotamiento del proyecto neoliberal contrainsurgente.
Pero hay que estar atentos. La derrota ha producido curiosos efectos. No están sólo el acomodo de quienes se auparon rápidamente a los nuevos vientos. La derrota también se expresa en el empobrecimiento de nuestros sueños, en  nuestra incapacidad para expresar nuestras aspiraciones. El lenguaje del “desarrollo”, la repetición insuficiente y sin contenido de las propuestas de “democracia participativa”, las propuestas permeadas sólo de lo “realizable”, la invisibilización de nuestra gente y sus experiencias, especialmente en el caso del campesinado y las poblaciones indígenas, están demasiado extendidos en nuestras propuestas. Urge desarrollar un pensamiento crítico, lejos de las reiteraciones de las viejas fórmulas, es cierto, pero también atentos a repetir caricaturescamente las “novedades” diseñadas en los centros de pensamiento imperial.

Nuestra principal tarea es de reagrupar fuerzas en un camino unitario que permita la convergencia de quienes supieron mantenerse firmes en los tiempos duros de la represión, que no abdicaron oportunistamente de los principios ni renegaron de sus banderas.
Unidad de lo diverso, unidad contradictoria y con tensiones, pero unidad indispensable. Unidad para aquello que anunciara Túpac Amaru: “Volveré y seré millones”. Saquemos lecciones del pasado reciente. Dejemos atrás sectarismos y hegemonismos estrechos que nos hicieron demasiado daño. El despliegue de nuevos movimientos sociales nos plantea retos novedosos. La gente demanda una nueva relación entre los políticos y sus organizaciones, entre la política y la vida cotidiana.
La afirmación de la autonomía, la vocación profundamente crítica y transformadora de los movimientos sociales, obligan a repensar las nociones de representación, de participación, de la acción colectiva y el bien común junto al respeto de la diversidad y la multiplicidad, de la interacción de lo público y lo privado.

Un reto significativo, lo constituye el espacio de debate público. La prensa estigmatizó a la izquierda tras el calificativo de “terrorismo”. Hoy se estigmatiza de igual modo a la protesta de los sectores populares. Requerimos responder creativamente en este terreno. La acción pública requiere de instrumentos y formas novedosas. No bastan ya los comunicados o las limitadas prensas partidarias.
Pero la base no son sólo las nuevas formas de comunicación. Requerimos, sobre todo, nuevas formas de acción. Los socialistas peruanos tenemos una larga experiencia de organización, hemos aprendido a acompañar los esfuerzos y luchas de nuestro pueblo. Pero nuestro propio pueblo nos plantea hoy retos nuevos. No basta la acción de “agitación y propaganda”, No basta captar a los líderes de las organizaciones y movimientos sociales para “trasmitir la línea a través de ellos a sus bases.
Requerimos reconstruir nuestras organizaciones políticas, como parte del proceso de reconstrucción de nuestra inserción en el pueblo, no al margen ni en paralelo, sino como parte del mismo proceso. Requerimos realizar un gran esfuerzo de reencuentro. La principal resistencia al modelo económico neoliberal y a  la dominación imperialista, la están dando nuestros pueblos, resistiendo a las empresas mineras y petroleras, oponiéndose a la sumisión de nuestros gobernantes a la política antidrogas norteamericana. En ese proceso, han comenzado a afirmar nuevas formas de autoridad, a disputar con el estado y las autoridades la capacidad de decisión sobre sus territorios, a afirmar, aún intuitivamente, otros modelos de organización de la vida, de la economía, de la política. Ocurren similares procesos, aun más fragmentados, en las ciudades. Esos son los gérmenes de lo que llamamos Poder Popular. Esa es nuestra principal tesis política: la construcción del Poder Popular, junto al pueblo. Es un esfuerzo cotidiano, de largo aliento. No es producto de una acción episódica, no se restringe a la sola confrontación. Es aún un camino por construir, por reinventar.


LO PROGRAMÁTICO:

El derrumbe de los colectivismos burocráticos llevó a los defensores del capitalismo a proferir exclamaciones de júbilo y a anunciar “el fin de la historia”; es decir, que por fin la humanidad habría encontrado en la democracia liberal y el capitalismo económico las formas definitivas y más racionales de organizar la vida en común. Aunque el capitalismo mundial demostró una potencia y vitalidad mucho mayores de la que creíamos, cuando hace unas décadas anunciábamos su derrumbe inminente, y ha producido la más formidable revolución científico-tecnológica de la historia y llevado su capacidad de producir riquezas a niveles inimaginables, lo ha hecho a precio de acrecentar las desigualdades sociales a un punto nunca antes visto, al tiempo que ha roto los frágiles equilibrios de la naturaleza, depredándolas a niveles insostenibles y en muchos casos irreversibles.
Mientras las minorías opulentas de los países desarrollados nadan en una abundancia sin precedentes y sus sociedades entran en lo que se ha dado en llamar “postmodernidad”, las grandes masas de pobres y desposeídos (especialmente en el llamado “tercer mundo”), sobreviven a duras penas e incluso en muchos países del continente africano hay un proceso de involución hacia épocas primitivas, con la agravante de que las antiguas formas de organización tribal y comunal se han disgregado dejando en el más completo desamparo a cientos de millones de seres humanos, especialmente a los más frágiles y vulnerables: ancianos, mujeres y niños.
Pero el narcisismo de los poderes del planeta, con sus millones, su tecnología y sus armas inteligentes no puede ocultar la irracionalidad profunda de una sociedad victima de una abundancia mal repartida, que idolatra sus pasiones, en su consumismo feroz, y donde el capital financiero (rentista y especulativo) ávido de ganancias rápidas y fáciles impone su lógica global al planeta entero manteniéndolo en la incertidumbre y la inestabilidad.

El capitalismo ha llevado a la humanidad a una nueva etapa de su evolución produciendo lo que se ha dado en llamar “sociedad del conocimiento” o “sociedad de la información”. A lo largo de milenios los hombres y las mujeres fueron construyendo un formidable potencial cultural e intelectual que traducida en la ciencia y la tecnología está revolucionando en todos los órdenes  la existencia humana. Sin embargo, la apropiación privada de estos inmensos logros, convertidos en instrumentos para amasar más y más fortunas, castra sus extraordinarias potencialidades liberadoras, democratizadoras e igualitarias.
Si el capitalismo imperialista se apropió del planeta creando un mundo global y unipolar, es en gran medida, por el fracaso de la promesa del proyecto socialista de construir una sociedad económica, social, política y culturalmente superior. Las revoluciones populares triunfante en la periferia del capitalismo (Rusia, China, Cuba, Vietnam, etc.) países atrasados y predominantemente agrarios, debieron desarrollar su proceso de acumulación originaria de capital y de industrialización en condiciones sumamente desventajosas, siendo uno de los más importantes el cerco imperialista que impuso el aislamiento y la autarquía.

El extraordinario esfuerzo por industrializar y modernizar sociedades atrasadas condujo a surgimiento de regímenes autoritarios y burocráticos, que a través de políticas de planificación económica centralizada y vertical, que si bien lograron relativo éxito en crear industrialismo y resolver algunas necesidades básicas de la población (alimentación, salud, educación, infraestructura y empleo), lo hicieron al precio de coactar la libertad y la autonomía de los individuos libres. La priorización exagerada de la llamada “industria pesada” (especialmente en lo referente al material bélico), en detrimento de los bienes de consumo no solo distorsionó la estructura productiva, sino que impidió la mejora sustantiva de la calidad de vida de la población.
Con todas sus limitaciones el colectivismo burocrático (que se dio en llamar “socialismo real”), obtuvo logros importantes en el terreno económico (dotarse de una base industrial significativa), social (satisfacción de las necesidades primarias de la población) y militar (constituir una superpotencia cuyo logro más importante fue el triunfo sobre el fascismo), a lo largo de los primeros cincuenta años de su existencia. Uno de sus roles importantes fue el de servir de contrapeso al imperialismo capitalista, ofreciendo otras opciones potenciales a los pueblos atrasados del mundo.
Sin embargo, cuando a partir de los años setenta el capitalismo inició su extraordinaria revolución científico-tecnológica que llevó a lo que se ha denominado la “sociedad del conocimiento” y “la era de la información”, los socialismos reales carecían de condiciones para dar el salto a esta nueva etapa.
Mientras que países como Estados Unidos y Japón se ponían a la vanguardia de la producción de computadoras, software y microelectrónica, la Unión Soviética tenía en la exportación de petróleo su principal fuente de divisas (como cualquier país tercermundista). El sistema económico y social del colectivismo burocrático se mostró incapaz de dar el salto a la nueva etapa tecnológica, que exigían otros marcos institucionales y de mayor iniciativa, libertad y autonomía de los individuos.
Los intentos de Gorbachov, a través del Glasnot y la Perestroika, de reformar a la URSS, abriendo el mercado, haciéndola competitiva, y evitando el retraso cada vez mayor en el terreno militar, terminaron produciendo el derrumbe de una de las superpotencias mundiales de una manera tan súbita y calamitosa que sorprendió a propios y extraños.
No existe aún la suficiente perspectiva histórica ni suficiente objetividad y ecuanimidad para hacer un enjuiciamiento de la Revolución de Octubre de 1917 y sus consecuencias, pero cuando esto pueda darse sin duda que podrán rescatarse valiosas lecciones de esta titánica epopeya que emergió de las entrañas del pueblo y que durante casi un siglo angustió a los poderosos del capitalismo.

En ese contexto, la dimensión programática es un espacio a construir. Los programas, otra vez, no serán un texto frío emanado de la lucidez de algunos. Deberá ser expresión de una voluntad construida colectivamente, la fusión de demandas y aspiraciones de las mayorías. Un aspecto fundamental a discutir en este terreno, son las rutas para el bienestar de las mayorías. Hoy, más que nunca, están puestas sobre la mesa viejas y nuevas discusiones.
La crisis del capitalismo ya no es sólo una crisis de producción y  redistribución, sino que está en cuestión el conjunto de la lógica de un modelo de acumulación depredador. ¿Nos interesa repetir un proceso de crecimiento urbano-industrial basado en la sobre-explotación de recursos fósiles y metales? ¿Es el desarrollo entendido como el despliegue de las fuerzas de la modernización, el incremento de la productividad, el único camino?

La agenda modernizadora tiñe nuestras expectativas, se convierte en una referencia central incluso de las demandas que movilizan a nuestra gente. Requerimos evaluar detenidamente su pertinencia. Necesitamos encontrar en las resistencias, que no son sólo políticas y culturales, sino también económicas, las pistas de la  construcción de los nuevos caminos. Ello exige rediscutir las relaciones entre la economía y el Estado, entre la iniciativa individual y los controles colectivos, entre la expansión tecnológica y las necesidades del espíritu.
Requerimos reencontrarnos con nuestra tradición cultural. Somos herederos de una cultura antigua, y encontrar en esa herencia las pistas para el futuro requiere más que la reivindicación ritual de algunos íconos y de discursos colectivistas vacíos de contenido. En nuestros pueblos existe una tradición organizativa que permite enfrentar las tensiones entre lo individual y lo colectivo. Sus soluciones no son perfectas, pero nos marcan una ruta de indagación. La potencia de las formas de organización del trabajo y de la vida, heredadas de nuestra historia, han permitido crear las ciudades en que hoy vivimos, enfrentar las crisis desde el mundo rural, recrear identidades y formas de vida, y teñir al país oficial con los colores del pueblo.
Proponemos pues que la discusión programática sea el espacio fundamental de construcción de consensos, de expresión de intereses comunes, de reencuentro y recreación de nuestra historia. No es una fórmula ni un listado de las medidas a tomar. Tenemos claridad de la crítica al estado de cosas existente. Apenas vislumbramos atisbos del porvenir. He ahí nuestro reto.

Reiterando  que lo Programático, es  aquella creación colectiva de los  pueblos, que  armoniza y rescata su historia y tradiciones con sus  visiones y deseos  futuros según  su realidad, diversidad y necesidades, señalamos  algunos ejes de esta perspectiva de futuro:
1)      Nos reafirmamos en nuestra aspiración por una sociedad que privilegie lo social a lo individual en las grandes líneas de la convivencia humana, armoniosa y pacifica; consideramos que el modo mas elevado  de estas relaciones que anteponga el bien común a los bienes é intereses privados  é individuales; es el SOCIALISMO, donde el fruto de los procesos productivos y de servicios, al igual que  son sociales, también sus logros sean sociales.
2)      Que  llegar al Socialismo no es de la noche a la mañana, se trata de un proceso múltiple,  diverso y complejo, que tendremos  que avanzar  desde nuestra realidad actual utilizando todos  los medios, espacios y formas de acción política para lograrlo, con el horizonte  fundamental de contar siempre en este proceso con la participación activa y  conciente de nuestros Pueblos organizados y movilizados.
3)      Que este proceso acumulativo: Ideológico, Político, Económico, Social, é Institucional se  da en todos  los planos de la actividad humana, en todos  los momentos del tiempo y en todos los niveles  que  nos encontremos. Que se trata de desarrollar, ampliar y fortalecer, las diversas formas de poder colectivos preexistentes y  actuales, para  constituir nuevas formas de Poder del Pueblo o  PODER POPULAR.
4)      Que en este proceso  acumulativo por ganar  hegemonía, levantaremos :

a)   La defensa de los derechos colectivos de nuestros pueblos. La tierra, el territorio, el agua, los bosques, las pasturas andinas, que son amenazadas por la voracidad del capitalismo. No son sólo empresas transnacionales las que ambicionan apropiarse de estos recursos, producto de los procesos internos de diferenciación, también hay fuerzas nacionales y locales que pugnan por apropiarse de estos bienes. Construir nuevas formas de gestionar los recursos, nuevas reglas y mecanismos, al tiempo que se afirma la autoridad de los pueblos, de sus asambleas, es la orientación fundamental.

b)   La defensa de los derechos de los trabajadores. No basta con la defensa corporativa de los derechos de los trabajadores sindicalizados. Requerimos fortalecer y renovar las organizaciones sindicales, y democratizar las mismas para que dejen de ser expresiones de control político burocrático, pero es necesario también asumir las demandas ciudadanas, por ejemplo, respecto de los servicios públicos como la educación y la salud, la infraestructura La defensa corporativa de intereses sólo aleja a la gente de las justas demandas de los trabajadores organizados.
Pero los cambios en la legislación laboral, gestados durante el fujimorismo, han dejado fuera de la protección sindical a muchos jóvenes trabajadores, no sólo en la micro y pequeña empresa, sino en los grandes almacenes, en la agricultura de exportación, en la minería a través de las contratas y Servis, No basta con la denuncia. Es necesario apostar por renovadas formas de organización y solidaridad.

c)   La participación popular como base de las decisiones en la gestión y de inversión pública a nivel local y regional, así como la rendición de cuentas y vigilancia permanente sobre el desempeño de los funcionarios públicos. Se requiere superar la situación de fragilidad y débil legitimidad de las organizaciones sociales. La debilidad no está sólo referida a aspectos organizativos, sino también programáticos. De nada sirven los esfuerzos de fortalecimiento organizativo, si las propuestas que impulsan las organizaciones sociales son elaboradas en instituciones ajenas a las organizaciones, que terminan enajenando la voluntad popular. tampoco se trata de caer en un falso democratismo que lleva a asambleas manipuladas toda decisión. La elaboración de las demandas es un proceso colectivo, que exige un esfuerzo de las organizaciones sociales y las fuerzas políticas que actúan en su interior.

d)   Reforma del Estado. No al trato diferenciado a los ciudadanos, no pueden seguir habiendo ciudadanos de segunda o tercera. La reforma del estado no debe hacerse para facilitar los negocios de las transnacionales, sino para reconocer derechos de manera efectiva, para todos y todas. Es necesario sancionar la extendida práctica patrimonialista que hace que funcionarios públicos se beneficien o beneficien a privados con las decisiones políticas: exigir que los delitos de corrupción sean imprescriptibles es un primer paso en ese sentido.
Esta reforma, que también tiene  como objetivo la mejora  del servicio, debe considerar  al trabajador publico como actor del desarrollo de sus capacidades y habilidades en forma democrática y evitar que los  gobiernos usen al estado  como  fuente de clientelismo político laboral.
Un aspecto fundamental es la reforma tributaria. Mas impuestos a los que más tienen, no sólo a las empresas, sino a las personas. Esa es la condición básica para iniciar políticas redistributivas.
Fortalecer la descentralización, reasignar recursos y personal para prestar servicios de Educación Salud é Infraestructura, debidamente equipados para todos los ciudadanos y superar la concentración burocrática en la capital, es otro aspecto importante.
Requerimos también un estado que reconozca las múltiples nacionalidades andino amazónicas, la pluriculturalidad de esos pueblos; defienda y respete  la biodiversidad, no sólo declarativamente, sino de manera concreta, con educación multilingüe, Salud descentralizada, infraestructura y alternativas ocupacionales alternativas.
Reformar el sistema político, para permitir que los pueblos tengan una mejor representación electoral, exige revisar las normas que elevan las barreras para la participación política. Se requiere un gran debate nacional sobre la legislación electoral  y   sobre los partidos.

e)   No a la criminalización de la protesta social. Derogatoria  de todos las Normas legales, que recortan los derechos, de Opinión, Reunión, libre transito y de libertad individual.

f)    Por una política económica que priorice la alimentación, la educación, la salud y el empleo. No al incremento de fondos para las fuerzas armadas. Nuestros pueblos no tienen enemistades. Las diferencias entre las clases dominantes y sus apetitos no son nuestras

g)   Por relaciones Internacionales en base a la solidaridad, cooperación mutua, respeto a la independencia política  y decisiones de los pueblos. Contra todo tipo de intervencionismo y neocolonialismo.

¡Por la Vida y Por la Patria… Con el Pueblo, Venceremos!



El documento, solicítalo al email: pueblo.unido_peru@yahoo.es
gustosamente se le envía. Gracias.