viernes, 8 de julio de 2011

BALANCE  DE LA VICTORIA POPULAR
1.    El 5 de junio del 2011 entrará en la historia como el de la más importante victoria popular obtenida contra las fuerzas de la derecha conservadora, del oscurantismo, el militarismo y la corrupción en casi dos siglos de república independiente. Derrotar el poderoso bloque que alineó a los grandes empresarios, a los propietarios de los medios de comunicación, al presidente Alan García, al cardenal Cipriani, al Opus Dei y la poderosa mafia fujimorista es un logro de vastas proporciones y que puede abrir un camino de cambios trascendentales en la sociedad peruana. No es la primera vez que los poderosos son derrotados electoralmente, en 1990 Fujimori también venció. La diferencia entre aquella vez y esta, es que ahora los bloques se forjaron en torno a propuestas, programas y liderazgos mucho más nítidamente diferenciados. En aquella oportunidad fue el  hartazgo frente a la clase política en su conjunto,  lo que catapultó a un “chinito” desconocido que lo único que ofrecía gaseosamente era “honradez, tecnología y trabajo”.
2.    Ahora no hubo “outsider”. Humala estaba instalado en el sistema político y para las elecciones articuló una alianza progresista de fuerzas nacionalistas y socialistas con las cuales enfrentar las incongruencias del modelo neoliberal, que se vanagloriaba del éxito del crecimiento económico con exclusión social, sin derechos laborales, basado en la exportación de materias primas y depredador del medioambiente. Fue este proyecto de recuperación de dignidad y soberanía, de crecimiento con equidad e inclusión social, de derechos humanos y laborales, el que se pretendió ningunearse al inicio de la campaña, cuando las encuestas apenas le otorgaban un 6% de la intención de voto. Cuando se dieron cuenta que el ninguneo y el silencio no funcionaban empezó la etapa de la histérica diatriba, de la guerra sucia mediática que ha terminado por sepultar política y moralmente a sus promotores. El Comercio, llamado “el decano” de la prensa nacional y su pasquín “Perú XXI” se han finalmente convertido en mugre. Precisamente porque la batalla fue durísima es que valoramos el significado y los alcances del triunfo electoral.
3.    Tras el logro de la primera vuelta, que colocó frente a frente los bloques más consistentes del electorado peruano, se produjo un activo alineamiento de fuerzas. 1) La ultraderecha representada por PPK  en lo político y el Comercio en el campo mediático, no vacilaron en jugarse a fondo tras el populismo mafioso de derechas del fujimorismo (el único con una cierta base popular lograda gracias al clientelismo).  Mantener sus negocios y sus privilegios estaba por encima de toda consideración ética. 2) Tras el nacionalismo de izquierda, se alinearon los sectores democrático-liberales que pusieron en el centro de su determinación consideraciones éticas, a la par que exigieron moderación económica. Caso de Mario Vargas Llosa.
4.    Es una victoria que muestra el agotamiento del modelo neoliberal, a pesar de sus logros en el crecimiento económico, precisamente porque amplios sectores del país sienten que este crecimiento no les alcanza. En su soberbia autocomplaciente, los sectores acomodados creían que estaban en un festín particular. Viviendo en su burbuja desconocían que la gran crisis del 2008 en EEUU y Europa es el fracaso del sector privado, de su voracidad inclemente y su cortedad de miras. Como bien dijera Javier Iguiñez, en el debate de los técnicos del Plan de Gobierno, el problema no es en el Perú de que exista demasiado estado y ni siquiera que éste sea ineficiente, sino que ha sido privatizado en beneficio de un puñado de grandes empresas y ricachones, y de lo que se trata es de devolverlo a la sociedad.
5.    Estamos, ante una victoria del Perú del interior, en especial de la sierra central y sur que inclinó de manera decisiva la balanza y derrotó a una Lima centralista y sus ramificaciones norteñas. En la clase media limeña prendieron los miedos esparcidos por los dueños del poder. Pero Lima no es homogénea y un amplio sector popular y una fracción de las clases medias no se rindió a las campañas del miedo ni se vendieron por el plato de lentejas del clientelaje, y fue su resistencia la que contribuyó a la victoria que vino de la provincia a la capital.
6.    Es una victoria de las clases populares que catapultaron a Humala al primer lugar en la primera vuelta y que constituyeron la inmensa mayoría de quienes lo han llevado al gobierno, poniendo en él expectativas y esperanzas. No es casualidad que en Puno Humala haya vencido con cerca del 80% de los votos. Los Pobres del Perú han dicho su palabra y han dado un mandato, pero este no es un cheque en blanco y los meses que vienen tendría que haber un despliegue de la organización autónoma que consolide el empoderamiento de los postergados del Perú.
7.    Es una victoria de la dignidad y de la decencia, de la memoria y la esperanza.  Sin duda hay razones para celebrar, aunque el futuro no será fácil, no solo por el riesgo de las expectativas populares desembalsadas, sino también por el sabotaje de los perdedores. Sin embargo hay razones para el optimismo.
8.    Cuando en determinado momento de la campaña de la segunda vuelta, en los inicios de la recta final, una concertada campaña de los medios de comunicación de la derecha y ciertas empresas encuestadoras ponían en duda el triunfo popular, emergieron desde abajo, desde la sociedad civil, desde los jóvenes, de los colectivos de mujeres y desde los trabajadores una respuesta enérgica que fue decisiva para romper el llamado “empate técnico” y abrir el camino de la victoria. 
9.    Ollanta Humala, el candidato presidencial, ha sido sin duda un vector clave de este triunfo. Sin su capacidad de sintonizar con cierto humor popular, sin su determinación de librar esta intensa y agotadora batalla electoral, y sin la apertura a la unidad de las fuerzas populares para la primera vuelta, y a los sectores democrático-liberales en la segunda, no se habría obtenido la victoria. Supo articular un grupo de técnicos e intelectuales de primer nivel provenientes de la izquierda socialista. Supo ser un candidato que, recibiendo los mayores ataques, mantuvo la serenidad y el optimismo, que lo trasmitió a sus seguidores y más amplios sectores.  
10.  Sin duda, no podemos esperar ni una revolución ni cambios radicales, pero sí un rumbo claro: más democracia, más estado, más inclusión social, más participación ciudadana, más derechos de los trabajadores y consumidores, más inversión social, más equidad, más respeto de las minorías, más descentralización, más derechos humanos;  menos evasión fiscal, menos gollorías a los poderosos, menos corrupción, menos  manejos a espaldas del país. 
11.  Hasta ahora el mundo se ha venido insertando en el Perú, en un esquema de integración subordinada a la lógica de la economía global, impuesta por el capital financiero y las transnacionales. Ha llegado la época de recuperar soberanía y dignidad, de formar bloques de integración con capacidad de negociación con los grandes poderes globales. Urge un proyecto nacional coherente.
12.  Humala ha planteado con acierto la necesidad de un Gobierno de Concertación Nacional que garantice la gobernabilidad y esto es correcto. Sin embargo, los derrotados ahora presionan por tener un gobierno a su medida, maniatado para ejercer los cambios que han salido del mandato popular. “Los mercados” y “la bolsa” presionan por imponer las reglas de juego. Asistimos a un pulseo en el que se irá configurando el nuevo gabinete que definirá el rumbo del nuevo gobierno.
13.  Pero los pueblos no pueden hipotecar su destino a un gobernante, por honesto y consecuente que este sea. Los pueblos deben confiar plenamente solo en sus propias fuerzas, en su capacidad de movilización y organización autónoma.  Porque la historia nos muestra que los caudillismos terminan siendo contraproducentes y  que deben haber causas imprescindibles y no hombres imprescindibles. 
14.  La derecha sabe que ha perdido el gobierno pero no el poder y construye sus trincheras en torno a la defensa de la Constitución del 93. Hoy más que nunca es bandera política popular la lucha por una nueva Constitución.
15.  Este es un tiempo de resurgimiento y unidad de los socialistas, que proporcionen a las masas peruanas las propuestas ideológicas, programáticas y organizativas que permitan trazar un norte al proceso en curso.  Es ahora o nunca.  No podemos tolerar más tiempo a los conglomerados de grupitos dispersos manejados por pequeños caudillos y que carecen de incidencia sobre los procesos políticos. Requerimos de una organización amplia, unitaria, democrática, combativa que no pierda de vista el horizonte en medio de las contingencias y los vaivenes de la lucha cotidiana.
¡POR LA VIDA Y POR LA PATRIA…  CON EL PUEBLO, VENCEREMOS!
Lima,  Junio del 2011 
Dirección Nacional
Pueblo Unido